jueves, 1 de noviembre de 2018

Ciencia ... risión

Aunque no es muy frecuente, la comedia se cuela en algunas películas de ciencia ficción, si no es que directamente son comedias ambientadas en la ciencia ficción. Dos buenos ejemplos: el tono de guasa permanente en Guardianes de la galaxia o la juerga desmedida en Mars Attack.


La película Evolution, estrenada en 2001 y del mismo director que Cazafantasmas, va en la misma línea: comedia pura y dura, pero hay una secuencia en el que la cosa deriva hacia la química, y roza lo absurdo se mire por donde se mire. En el artículo "Armas de destrucción masiva con champú anticaspa", publicado en El País el 24-2-2005 por Jordi José y Manuel Moreno se explica de qué va la película y se transcribe el diálogo que mantienen los protagonistas.

El caso es que "una extraña forma de vida alienígena se precipita a bordo de un meteorito sobre el Glen Canyon, Arizona. Su biología, basada en el nitrógeno (sic), no tarda en adaptarse a las nuevas condiciones ambientales de nuestro pequeño paraíso azul (si Charles Darwin levantara la cabeza...). Ni el napalm, ni las más devastadoras armas de manufactura humana, parecen frenar el impetuoso avance de las huestes alienígenas que, en pocos días, podrían llegar a dominar el planeta. El fin de la humanidad parece más próximo que nunca... Así las cosas en una modesta escuela secundaria: un profesor, sus alumnos y varios ayudantes intentan ingeniar nuevos métodos con los que combatir al enemigo del espacio exterior."

¿Y cómo lo resuelven? Con mucha imaginación y utilizando la tabla periódica con muy poca ciencia.


""Selenio... Quizá sea la solución", afirma el Dr. Ira Kane (David Duchovny). "Estoy mirando la tabla periódica de tu camiseta y se me ocurre cuál puede ser la clave. Quítatela, te lo enseñaré", sostiene Kane, ante la mirada atónita de su colega, la Dra. Alison Reed.
-¡Sí!, exclaman con inusitada alegría sus estudiantes...
-¡No! De eso ni hablar.
-De acuerdo. Mira: somos una forma de vida basada en el carbono. Si bajamos hacia aquí, encontramos nuestro veneno: el arsénico. Kane esboza un movimiento, cual caballo de ajedrez, a lo largo de la tabla periódica: dos cuadros hacia abajo y uno a la derecha.
-Los aliens se basan en el nitrógeno... Si realizamos el mismo movimiento hacia abajo y hacia aquí, ¿qué nos encontramos?
-El selenio, responde la Doctora Reed.
-Quizá sea tan letal para ellos como el arsénico para nosotros."

¡Una deducción fantástica! Pero todavía hay más:

"Wayne Grey, el testigo presencial de la caída del meteorito, parece aportar ciertas dosis de juicio a la escena: "De acuerdo, selenio. ¿Cuánto hace falta?".
A lo que el Dr. Kane responde, sin apenas asomo de duda: "2.000 litros podrían bastar... Deberían bastar".
¿Deberían? A estas alturas, nadie ha probado todavía la hipótesis del "salto de caballo", pero no importa: mejor pasar directamente a estimar las dosis necesarias...
"¿2.000 litros? Mmmm.... No quiero ser aguafiestas pero, ¿de dónde los sacamos a estas horas?", inquiere, perplejo, Wayne Grey.
"No hay problema", sostiene uno de los estudiantes de Kane: "Fórmula HS".
"¿El champú anticaspa?", se pregunta el geólogo Harry Phineas Block (así como millones de espectadores).
Sí, exactamente. El ingrediente activo es el sulfuro de selenio".
La idea les vale a los dos jóvenes un sobresaliente, a la humanidad una nueva oportunidad y al público cierto sonrojo. El resto del filme resulta predecible: cientos de botes de champú vaciados en el contenedor de un coche de bomberos y la hecatombe final cuando el alienígena resulta literalmente bañado en champú terrestre. O lo que es lo mismo: los productos de higiene personal como armas de destrucción masiva."