El pendrive está perdiendo la batalla contra la "nube", ya que es más cómodo almacenar ficheros en Dropbox o el Drive de Google, y de paso se tienen tres ventajas: el pendrive no se pierde, no se contamina con el famoso virus de las carpetas y además se dispone de una copia de seguridad externa.
De todos modos, los pendrives han aumentado su capacidad de forma muy importante, comercializándose de 128 Gb a precios muy razonables (los he visto de buena calidad por 45 euros) funcionando como discos duros SSD externos. Así que por menos de 100 euros podemos tener un pendrive de 128 Gb y un disco duro tradicional de 1000 Gb, y así tener dos copias de seguridad de nuestros datos. Eso sí, para conectarlos solamente a equipos de confianza.
¿Y a qué viene todo esto? Pues a que el otro día ví en el escaparate de una tienda de telecomunicaciones una serie de pendrives que me encantaron nada más verlos. Se trata de artículos de regalo, con poca capacidad (8 o 16 Gb, suficiente para el trabajo diario) pero que son geniales, tanto que he comprado unos cuantos para regalarlos a mis compañeras ahora que me jubilo (con mucho júbilo, por cierto).
Como podéis ver, no he sido nada original: un químico y una química. Si os interesa otra profesión, hay ciento y pico disponibles en la web (aunque de físic@s no hay).