Se acaban de casar dos compañeros de carrera de mi hijo. Ahora, después de diez años, son amigos, de los de salir por ahí, viajar, liarse en juegos de mesa hasta las tantas ...
Y muy ocurrentes. ¡Pero una barbaridad! La invitación de boda es sencilla, cuidada al detalle y genial (obviamente he borrado la fecha, los nombres y teléfonos): los dibujos de la pareja (¡es que están calcados!), los frascos topacio para reactivos líquidos, los trajes con un erlenmeyer y una probeta, la terminología en el programa de actos del experimento... No hay desperdicio, ni mejor forma de empezar.